lunes, 13 de enero de 2014

Diez libros que han marcado mi literatura: Cien años de soledad

Pues podría pasarme la vida hablando de libros, por eso, mientras pensaba de qué podía escribir esta semana en mi blog, se me ocurrió que podría hablar sobre mis libros favoritos, libros que han sido importantes por lo que me hicieron sentir mientras los leía, porque me parecen genialidades de la literatura o porque han influenciado profundamente lo que escribo.

1. Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Ésta es la segunda vez que me pasa (la primera me pasó con el Quijote) en la que me daba flojera leer un libro porque "todo el mundo hablaba de él" y porque "era una obra maestra de la literatura", cosas que a mí, la verdad, me dan una hueva infinita cuando escucho que ésas son las "razones" para leer un libro.

Pero aunque me rehusé por mucho tiempo a leerlo, Irene Fenoglio, una de las mejores profesoras que tuve en la universidad -que además me recomendó leer muchos de los libros que menciono más adelante-, me dijo que, si me habían gustado sus otras recomendaciones (Nadie me verá llorar, El dios de las pequeñas cosas), debía leer Cien años de soledad. Y yo creí en ella.

El momento en el que lo leí no pudo haber sido mejor: tenía 22 años, acababa de terminar la universidad y era el primer libro que iba a leer por gusto y no por deber después de cuatro años en los que todos mis profesores de literatura habían decidido qué era lo que iba a leer por mí; estaba en mis últimas vacaciones de verano como estudiante y había comenzado a trabajar en El caudillo de Morelos. Creo que no debí de haberlo leído ni antes ni después, el momento en el que lo leí fue perfecto.

Sé que debería estar escribiendo sobre el libro y no sobre todo el contexto que me llevó a leerlo, pero es mi libro favorito y no puedo evitar emocionarme y escribir mucho, pero ahora voy al punto: Cien años de soledad es el mejor libro del mundo, punto. Jaja. No sé muy bien qué esperaba antes de leerlo, pero pensaba que era aburrido (tenía que leer CIEN AÑOS de SOLEDAD), pero desde que leí la primera oración no pude soltarlo y aún me sorprende enormemente que un libro pudiera ser así de perfecto y pudiera estar perfectamente bien escrito de inicio a fin. Cada palabra que escogió García Márquez es perfecta y se encuentra en el lugar perfecto.


Y es que este libro es tan importante para mí porque no es como nada que hubiera leído antes. Había leído algunas novelas y cuentos de García Márquez, incluso algunos de realismo mágico, pero no me parecían gran cosa y no entendí por qué le habían dado el Nobel (tan tonta ella). Pero, como diría mi profesora Irene: Realismo mágico sólo García Márquez, y de García Márquez sólo Cien años de soledad.

Antes de leerlo, me encantaba leer y escribir cuentos de terror; pero desde que lo leí, me he convertido y ahora no puedo escribir otra cosa que no sea realismo mágico. Es que no puedo creer que exista un género tan maravilloso: no es realismo puro, que puede llegar a ser cansado por la descripción hiperrealista de los espacios, situaciones y pensamientos de los personajes (pienso en Dostoievski), ni tampoco es del género fantástico o de la fantasía, en el que el universo ficticio es un universo distinto al nuestro, con sus propias reglas y en el que suceden y existen seres increíbles. Es realismo mágico: es un universo como el nuestro hasta que los personajes se enferman de la peste del insomnio y comienzan a ver deambular por las calles los sueños de sus vecinos, o una mujer sale volando con unas sábanas, o crecen margaritas en vasos de agua con dentaduras postizas dentro.

Cuando lo leí, caí en todos los lugares comunes que alguien puede caer cuando lo lee: Yo misma hice el árbol genealógico de los Buendía, amé a Remedios la Bella (aunque todavía no sé si es mi personaje favorito) y me traumé de una vez y para siempre con esa novela, de modo que soy una más que responde que Cien años de soledad es su libro favorito cuando se lo preguntan.

Y algo que nunca me había pasado con ningún libro es que, aunque ya tengo mi hermosa edición de la Real Academia Española, que incluye el árbol genealógico, cada vez que veo una edición diferente de Cien años de soledad en una librería, quiero comprarla y empezar a leer la novela de nuevo. Y cada vez que veo a una persona leyendola en la ruta o en el metro, sonrío y sé lo bien que se la están pasando.

Otra cosa que nunca me había pasado es que ahora juzgo totalmente a una persona cuando me dice que no le gustó la novela o que nunca pudo acabarla o que le aburrió (no digo que esté bien, sólo digo la verdad). Y no puede caerme bien esa persona porque sé que es totalmente distinta a mí y que nunca podríamos entendernos porque yo no puedo entender como alguien pueda leer Cien años de soledad y no gustarle, es una novela universal.

Pero lo que más me impresionó de la novela fue el final. No puedo creer que García Márquez haya podido mantener el ritmo y el interés durante todos esos cientos de páginas hasta el final. Nunca se vuelve aburrido ni monótono ni predecible. Todo el tiempo hay una sorpresa, o en los hechos narrados o en cómo son narrados. Y nunca antes me había pasado con un libro que, llegado el final, que, ¡dios mío!, muy pocas novelas he leído que tengan un final tan demoledor, tan impresionante, tan bueno, tan de K.O. como en los cuentos (citando a Cortázar), me diera tantos escalofríos. Cada vez que leo algo verdaderamente hermoso, se me enchina la piel, que me pasa con frecuencia con los libros de Alessandro Baricco, pero con Cien años de soledad terminé el libro y lo cerré y no dejé de sentir cómo se me enchinaba la piel hasta mucho tiempo después, tal vez media hora después, en la que sólo permenecí sentada en mi sillón, mirando la portada del libro, y sintiendo escalofríos.

Y creo que puedo decir, sin equivocarme, que en la vida de cualquier persona hay un antes y un después de Cien años de soledad.

¡Hasta la próxima semana!

Me gusta pensar que soy una jaula:
Estoy llena de pájaros.

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