lunes, 13 de octubre de 2014

Un día en la vida de un tortuguero

Esta entrada está dedicada a todos los tortugueros,
no sólo de Quintana Roo, sino de México y el mundo

Ser tortuguero, una persona que busca nidos de tortuga en la arena y los limpia, libera crías en el mar y patrulla de noche para examinar a las tortugas que salen para desovar, es decir, alguien que vive en la playa y se dedica a cuidar a estos animales, es un trabajo hermoso, pero en realidad conlleva muchísimo más trabajo y dedicación de lo que aparenta a primera vista.

Ser tortuguero significa consagrar tu tiempo y todas tus energías para ayudar a la conservación de estos majestuosos animales que tienen 300 mil años (¡300 mil!) nadando en los mares del tiempo y que sobrevivieron a los dinosaurios (pero que desafortunadamente parece que no sobrevivirán al hombre, pues en menos de 100 años éste ya casi acaba con ellas). Ser tortuguero requiere paciencia, fuerza y resistencia, pero sobre todo una gran pasión. No es un trabajo para cualquiera: sólo alguien que ama a las tortugas con todo su corazón puede soportar todo lo que tiene que vivir para ayudarlas a sobrevivir. En seguida cuento la experiencia que viví durante un mes como tortuguera en la playa de Xcacel, en Quintana Roo, México (para saber más sobre Xcacel, lee el artículo que escribí sobre esta playa aquí).


Los tortugueros con los que trabajé en Xcacel


El trabajo de un tortuguero comienza en la noche, cuando las gigantescas tortugas marinas se atreven a abandonar la seguridad del mar para anidar en la playa. A las 8:00 de la noche, los tortugueros comienzan a prepararse, pues recorrerán la playa de las 9:00 de la noche a aproximadamente las 4:00 de la mañana en busca de las tortugas que han salido del mar para examinarlas y marcar sus nidos.

La primera noche que patrullé ha sido una de las más asombrosas y confusas de mi vida, pues el trabajo se realiza en completa oscuridad. Unos días antes de mi llegada había sido luna nueva, por lo que cuando salimos del campamento y comenzamos a caminar por la playa no podía ver nada a dos metros delante de mí, pero miré hacia el cielo y quedé maravillada con la cantidad de estrellas que vi: no recuerdo haber visto tantas ni tan brillantes desde que era una niña, cuando las luces de la ciudad todavía no se habían comido su brillo. Tuve tantas horas para admirarlas cada noche que pude comenzar a reconocer algunas constelaciones, como la ira roja de Marte en la constelación de Escorpión; aprendí el brillo amarillo de Júpiter; el cuerpo agazapado de Orión; el fulgor azul, rojo y blanco de Sirius, la estrella más brillante del cielo nocturno, perteneciente a Canis Majoris, el perro del cielo, y que en realidad no es una estrella, sino dos. 

La segunda cosa que más me impresionó fue la seguridad con la que María, una voluntaria y mi compañera tortuguera, caminaba en completa oscuridad. Mi primer instinto mientras la seguía por la playa fue encender mi lámpara, pero me di cuenta de que el trabajo sería así, a oscuras, durante un mes, por lo que sería mejor acostumbrarme desde el principio.

Reto #1: Perder el miedo a la oscuridad.

Con el tiempo me acostumbré a la oscuridad, a buscar los rastros que dejan las tortugas en la arena al salir del mar, a esquivar las estacas de los nidos (unos palos de madera contra las que me estrellé cientos de veces durante esa noche y varias de las siguientes y tenía las piernas llenas de moretones), a no caer en las camas de las tortugas (las tortugas blancas tienen la bonita costumbre de cavar hoyos profundos a los que llamamos "camas", en los que se acomodan para luego hacer su nido y depositar los huevos) y a no romperme un pie (en el mejor de los casos) cada vez que caminaba por un angosto camino de piedras a un lado del mar por el que teníamos que pasar todas las noches para llegar a uno de los extremos de la playa.


Imaginen caminar por aquí de noche y a oscuras...


Pero la tercer cosa que más me impresionó fue la primera vez que vi una tortuga marina en la playa. Seguía a María por la orilla del mar, cuando de pronto vimos un camino de arena revuelta que subía desde el mar hasta lo alto de las dunas de arena, así que caminé detrás de ella hasta que llegamos a un profundo hoyo recién excavado, y al sentarme de rodillas, la vi: hermosa en su longevidad, con su sabiduría de reptil viejo, su fuerza de océano revuelto, su tranquilidad petrificada, una tortuga con lágrimas en los ojos, asustada de los humanos que se acercaban a ella mientras cavaba con sus aletas traseras un pequeño agujero donde después depositaría sus huevos. Me moría por tocarla y saber qué se sentiría acariciar las membranas verdes y suaves de sus aletas, los escudos como diamantes de sal y tiempo en su lomo, el carapacho como una fortaleza de roca, pero era demasiado el respeto que me infundía ese animal de todas las eras, tan fuerte y tan indefenso a la vez.


Una tortuga que vi a plena luz del día, salvaje, hermosa, indómita: valiente e inocente por igual


En los patrullajes pasamos entre siete y nueve horas cada noche en la playa, lo que significa que caminábamos luchando contra el sueño y el cansancio hasta que nuestro cuerpo se mantenía en pie por sí mismo; no abandonábamos el trabajo aún cuando nuestras piernas y brazos estaban cubiertos de picaduras de mosquitos, que nos asediaban despiadadamente por la humedad de la selva; que caminábamos tanto que nos salían callos en los dedos de los pies y aún así seguíamos caminando; que hubo muchas noches en las que nos empapapamos porque la tormenta nos sorprendió limpiando nidos, que fue cuando descubrí que el mejor impermeable no es el que venden en los supermercados, sino una bolsa de basura: una bolsa de basura con la que te cubres de pies a cabeza y no te mojas ni los zapatos, en la que te acuestas en la playa para no mojar tu ropa en la arena mojada, en la que te refugias cuando hace demasiado viento y tienes frío, en fin, que una bolsa de basura es tu mejor impermeable, rompevientos y sleeping bag en la playa. 


La vegetación que rodeaba la playa... ¡por eso había tantos mosquitos!


En conclusión: cada noche terminábamos muertos de sueño, cansados por el trabajo físico, incómodos, llenos de arena y sudor, picados por los moscos y lastimados de una forma u otra porque si no nos caíamos, las tortugas nos daban aletazos en las pantorrillas y quedábamos llenos de moretones. Y muchas veces estábamos tan cansados que preferíamos dormir con la ropa del patrullaje puesta que bañarnos, pues las instalaciones del campamento contaban sólo con lo indispensable, y debo admitir que nunca pude bañarme con agua fría en la madrugada.

Reto #2: Soportar la arena, el sudor y la suciedad durante horas; aprender a convivir con ellas, acostumbrarte, disfrutar e involucrar todo tu cuerpo en el trabajo físico.

Reto #3: Bañarte con agua fría. 

Pero el trabajo de tortuguero no terminaba en la noche. Los tortugueros duermen de las 5:00 a las 11:00 de la mañana, luego desayunan y hacen las tareas domésticas que se harían en cualquier hogar: cocinan, barren la arena de las palapas, trapean y lavan ropa. Cada hora desde las 6:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde un tortuguero debe caminar a los corrales que se encuentran en la playa para revisar si hubo alguna eclosión en un nido, pues las tortuguitas no pueden pasar más de cinco minutos bajo el sol porque se deshidratan y mueren. Esto quiere decir que un tortuguero no sólo duerme pocas horas, sino que su descanso se ve interrumpido todo el tiempo: por poner un ejemplo, a veces un tortuguero se va a dormir a las 4:00 de la mañana para luego despertar a las 6:00 a ir a checar un corral y luego regresar a su hamaca a las 7:00 para dormir hasta las 11:00.

Reto #4: Dormir solo unas cuantas horas al día.


Un dibujo pintado en las paredes de una heladería
en la playa de Akumal, "la tierra de las tortugas" 


A las 4:00 de la tarde los tortugueros comen y luego salen de nuevo a la playa a liberar crías o a limpiar nidos. Cuando se limpia un nido se excava en la arena hasta encontrar los huevos para contar los cascarones vacíos y saber cuántos huevos puso la tortuga, cuántas crías salieron del nido e incluso encontrar una que otra tortuguita viva todavía dentro del nido y poder liberarla en el mar. Esto muchas veces significa encontrar huevos podridos e incluso tortuguitas muertas llenas de gusanos.

Reto #5: Vencer el asco.

Después, si todavía le queda tiempo, el tortuguero puede dormir una siesta antes de volver a salir a la playa y patrullar durante la noche, por lo que se podría decir que, en promedio, un tortuguero trabaja entre 18 y 20 horas diarias, y las seis horas que le quedan para dormir muchas veces ni siquiera las duerme de corrido.

Es por esto que los tortugueros tienen un gran corazón. Los tortugueros son kalanes, son guerreros, son guardianes de las tortugas. Pero todo el esfuerzo, la frustración y la desesperación que se pueden llegar a sentir a veces se ven totalmente recompensados cuando se ve un nido eclosionar frente a tus ojos y maravillarte al ver cómo las tortuguitas emergen de la arena y caminan hasta llegar al mar...


Una tortuguita bebé :)


...o lo conmovedor que es ver los ojos de las tortugas mientras anidan en la playa, cuando secretan un líquido para limpiar sus ojos que se parece mucho a las lágrimas, o después de una noche agotadora en la que te quedas dormida en la playa a las 5:30 de la mañana porque ya no aguantas más, despertar y ver cómo una tortuga regresa al mar al amanecer, como me sucedió la primera noche que patrullé.


La primera noche que patrullé pude ver a una tortuga regresar al mar a las 6:00 de la mañana


Pero también hubo momentos muy divertidos, aunque en el momento no lo fueron exactamente: todas las veces que tuve que recostarme en la arena (sin importar si estaba seca o húmeda por la lluvia) para meter mi brazo en un nido para "robarle" sus huevos a la tortuga mientras desovaba para reubicar el nido porque estaba ubicado en un lugar peligroso; o la vez que volteamos a una tortuga para examinar una marca en su vientre, cuando se asustó tanto que dio un aletazo, me pegó en la cara y mis lentes salieron volando: tuve los labios hinchados y un moretón en la cara durante una semana y quedé ciega durante una hora porque creímos que había perdido mis lentes (y, en el peor de los casos, que la tortuga los había aplastado y se habían roto), pero cuando estacamos el nido, Pedro, mi compañero tortuguero, los encontró a un metro de profundidad enterrados en la arena: la tortuga los había sepultado en la arena, pero estaban ilesos. Muchas noches corrimos por la selva en completa oscuridad huyendo de la lluvia y aún así quedamos empapados; otras corríamos a las 3:00 de la mañana como poseídos, con palos y piedras en las manos, persiguiendo a tejones y mapaches para que no depredaran los nidos y se comieran a las tortuguitas, y otra noche, mientras caminábamos por la playa, nos dimos cuenta de que una tortuga se había metido en un corral y tuvimos que utilizar toda nuestra astucia para sacarla... Son momentos que ahora recuerdo y no puedo evitar sonreír :)


En uno de estos corrales se nos metió una tortuga.
La pregunta del millón: 
¿Cómo sacan dos personas a una tortuga de 1.20 metros de largo y que pesa 200 kilos de aquí?


Ser tortuguera ha sido de las experiencias más asombrosas y demandantes que he vivido, pero definitivamente me siento agradecida. El sentimiento de que hice todo lo posible (dediqué mi tiempo, mi sudor, mi esfuerzo, mis horas de sueño, mi fuerza y mi paciencia) para que las tortugas no se extingan me hace sentir que todo valió la pena.

Gracias a que fui tortuguera, hice grandes amigos, aprendí lo que es el verdadero trabajo, el verdadero cansancio (cuando estás tan cansado que puedes dormir sentado, con el impermeable puesto, bajo la lluvia), el verdadero sueño (cuando no puedes cerrar los ojos porque te quedas dormido y comienzas a soñar. Los primeros días soñaba todo el tiempo con tortugas. Uno de los sueños más bonitos que tuve empezaba con una flor blanca. Tenía los pétalos cerrados, por lo que parecía un huevo, pero de pronto se abría y de ella salía una tortuga bebé), aprendí a vivir con lo mínimo indispensable (una hamaca donde dormir, una cabaña con techo de palma que me cubría del frío y de la lluvia, una regadera con agua fría donde bañarme, un plato caliente a la hora de la comida) y a apreciarlo; conocí a personas que se ganaron toda mi admiración porque sin importar la lluvia, el frío, el cansancio, los piquetes de mosquitos, siempre estaban de buen humor y no se quejaban; gente de una fortaleza inaudita, de una sabiduría paciente; personas admirables. 

Hoy puedo decir que después de los callos y las ampollas en los dedos de los pies, de abrirme las yemas de los dedos de tanto excavar en la arena, de los moretones en las piernas, de los labios partidos y la cara abofeteada, me siento orgullosa de haber sido tortuguera por un mes.


Xcacel


Si te interesa trabajar como voluntario en el programa de conservación de tortugas marinas en la Riviera Maya de México, ponte en contacto con la asociación civil Flora, Fauna y Cultura de México.



3 comentarios:

  1. Me has hecho llorar como no tienes idea,porque me has hecho recordar muchas cosas,,muchísimas diría yo, imagínate yo empece como tu, como voluntaria primero en Jalisco 15 días, luego un mes y medio en Xcacelito, luego ya trabajando dos temporadas completas,luego en la captura y la verdad comparto contigo muchas de las experiencias y como lo dices se necesita mucho corazón y amor por las tortugas,por la naturaleza en si, uno entrega todo cuando se esta con ellas con tal de ayudarlas, yo incluso antepuse mi salud con tal de de terminar una temporada porque sabia que ellas me necesitaban, mi equipo me necesitaba y al igual como mis papas y otras personas que nunca me prestan atención, ni creen todo el esfuerzo y trabajo que hace uno y lo que en verdad es trabajar en equipo, bajo condiciones en verdad aveces difíciles, no sabrán nunca lo que es ser tortuguero hasta que ellos no lo vivan en sangre propia y sin duda Yo si puedo decir que las tortugas han sido lo mejor que me ha pasado en la vida y que las extraño mucho :( :(.

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  2. Nadia, me conmueve mucho tu comentario, muchas gracias :)

    Me hace muy feliz que te haya gustado tanto este texto que incluso hayas llorado, pero si te sirve de consuelo, no sólo lo escribí como un homenaje al trabajo que realizan diario los tortugueros, sino para que la gente sea consciente del trabajo que conlleva cuidar a las tortugas porque muchas veces creen que estamos jugando con ellas y asoleándonos en la playa. Ojalá esto abra más puertas para los tortugueros y para las tortugas :)

    ¡Te mando un gran abrazo!

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  3. Beatriz Sánchez Botello14 de octubre de 2014, 18:28

    Te felicito enormemente por tu artículo. Me parece que eres una gran escritora, relatando fielmente cada una de nuestras vivencias, y expresando emociones (siempre tan relativas)/ con palabras tan exactas.
    Te deseo lo mejor, tortuguera.
    Fue un inmenso placer conocerte y compartir contigo un mes de mi vida y tantos momemtos que ahora recuerdo con nostalgia.
    Un beso muy fuerte desde España.
    Y, por favor, continúa escribiendo, acerca de cualquier cosa.
    Un abrazo muy fuerte, amiga.

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