lunes, 10 de marzo de 2014

Piel y rabia: El cuerpo erotizado en el Romancero gitano de Federico García Lorca

Además del cuento, últimamente me ha llamado mucho la atención escribir ensayo literario. Disfruto mucho escribirlo porque siento que tiene una libertad que no tienen los demás géneros literarios: en él cabe la narrativa, la poesía y, sobre todo, la libertad de explorar un tema tan superficial o profundamente como se desee. Pero, sobre todo, me gusta porque me permite divagar y hablar de cientos de temas más. Todo cabe en un ensayo.

Esta semana quiero publicar un fragmento de un ensayo literario que escribí basádome en las imágenes de órganos sexuales que encontré en el Romancero gitano, obra de uno de mis poetas favoritos: Federico García Lorca.

Sólo publico la primera parte porque la extensión del ensayo original es muy larga, así que cada semana publicaré un fragmento. Esta semana hablaré del poema "Romance de la luna, luna"; la próxima hablaré sobre "Preciosa y el aire", y así sucesivamente.

Recomiendo que el lector haya leído el poemario antes de leer el ensayo para que pueda entender todas las referencias, pero aún si no lo ha leído, puede disfrutarlo :)

 Federico García Lorca


Piel y rabia: El cuerpo erotizado en el Romancero gitano de Federico García Lorca

Falos, culos, muslos, vulvas, todas las curvas y oquedades erógenas del cuerpo humano se dilatan y palpitan en las páginas del Romancero gitano. Las encuentro en poemas tan eróticos como “La casada infiel” y hasta en los más violentos como “Romance de la Guardia Civil Española”. Pero muchas veces el mismo órgano sexual puede encontrarse, a la vez, en dos contextos completamente distintos. Los pechos, por ejemplo, pueden ser Intocables en su belleza, de dureza que provoca una dureza cruel en los hombres; otras, son cortados y mutilados hasta que se convierten en una media luna de carne maltratada, brillante de sanguaza, mientras que a la mujer le quedan dos muñones en el pecho. Los primeros quieren ser desgarrados por los hombres que los contemplan; los segundos producen una deliciosa sensación de posesión erótica. Lo cual me hace preguntarme, ¿las imágenes que Federico García Lorca construye sobre el cuerpo erotizado son eróticas o son violentas? ¿Podrán ser eróticas aunque se den en un contexto de mutilación y muerte, y serán violentas aunque se den en uno de regocijo y placer? Repasaré algunos romances del poeta granadino para tratar de responder a estas preguntas.

El “Romance de la luna, luna” es un poema en el que la Luna, personificada como una hermosa mujer de miembros alargados, gráciles y blancos, baja bailando del cielo para seducir a un niño y llevárselo consigo. Desnuda y enjoyada, ella misma es una joya: Huye luna, luna, luna, / si vinieran los gitanos, / harían con tu corazón / collares y anillos blancos. Cuando ambos –mujer y niño, bailarina y gitano, amante y amante– huyen tomados de la mano, lo único que los gitanos encuentran en la fragua es al niño con los ojos cerrados, que parece dormido de tan apacible que es su sueño de muerte.

Ilustración de Aubrey Beardsley para Salomé de Oscar Wilde


La constante aparición de la luna en los poemas del Romancero gitano ha llevado a la crítica a la interpretación generalizada de que el astro lunar se encuentra indiscutiblemente relacionado con la muerte y sus presagios funestos en la poesía de Lorca. Sin embargo, me gustaría problematizar esta interpretación agregando un tercer elemento: Salomé. Salomé y el amor por los decapitados, Salomé y el cuerpo que danza, Salomé la Blanca, la del cuerpo blanco que vibra, y vibran sus joyas, y vibran sus pechos en su danza, Salomé la Condenada, Salomé la bailarina que trae la muerte en los pies, colgando de las joyas que le rodean los tobillos, las caderas, el cuello, que la trae colgando de los aretes, Salomé la que llama a la muerte, Salomé la que hiere con la blancura de su piel la noche.

Salomé, que en un principio fue el personaje bíblico que sedujo con su danza al rey Herodes para cumplir el capricho de su madre –el tener en una bandeja de plata la cabeza de San Juan Bautista–, con el paso del tiempo y la literatura dejó de ser el instrumento de Herodías para ser la asesina que baila, la enamorada, la que besa la flor de sangre que es la boca de Jokanaán, la que muerde los labios y la lengua de la cabeza decapitada, que son serpientes escarlata, higos maduros, carne suave y firme y muerta:

¡Ah! ¡He besado tu boca, Jokanaán, he besado tu boca! Tus labios tenían un sabor amargo. ¿Sería el sabor de la sangre...? Pero quizá era el sabor del amor. Se dice que el amor tiene un sabor acre.

Es Óscar Wilde el primer escritor que asocia a la bella y seductora bailarina de la Biblia con la luna y su palidez mortal:

El joven sirio: ¡Qué bella se ve la princesa Salomé esta noche!

El paje de Herodías: ¡Mira la luna! ¡Qué extraña aparece!, asemeja una mujer que saliese de una tumba. Es como una mujer muerta. Parece que anduviese en busca de cosas muertas.

La lunar Salomé de Wilde y la luna danzante de Lorca son la misma: una mujer que baila desnuda y seduce: En el aire conmovido / mueve la luna sus brazos / y enseña, lúbrica y pura, / sus senos de duro estaño. Ambas son blancas, lúbricas y puras, pero, también, ambas buscan muertos: la luna de Lorca busca a un niño como una hermosa parca blanca y Salomé pide, a todo hombre que caiga seducido por el peso de sus pechos mientras baila, la cabeza del Bautista en bandeja de plata.

La falda de pavo real de Aubrey Beardsley para Salomé de Oscar Wilde



No hay comentarios:

Publicar un comentario