¡Amigos!
Un año nuevo ha comenzado y no sólo me esperan nuevas aventuras ahora que adopté una nueva forma de viajar (ya no viajo sola ni como mochilera, sino que ahora viajo en bicicleta y en grupo, en específico con los viajeros ciclistas Bykings), sino que cambié el look de mi blog:
Los invito ahora a seguirme y a leerme en la plataforma de Wordpress, donde tengo alojado el blog de siempre, ya que dejaré de publicar aquí en Blogger.
Mi nueva dirección es https://catedraldepajaros.wordpress.com/, cuyo diseño, estoy segura, les agradará más.
También los invito a darle "Like" en Facebook a la página de Bykings y a seguir su blog en la dirección https://bykings.wordpress.com/.
¡Que los caminos se les abran, viajeros! :D
martes, 20 de enero de 2015
miércoles, 14 de enero de 2015
Los juguetes de San Miguel de Allende
En mi última visita a San Miguel de Allende, me sentí como
una niña chiquita: paseé por todas las calles, perdiéndome en tiendas de
artesanías y de antigüedades; entré en una botica para preguntar por el remedio
contra los espantos; comí todos los dulces y busqué nuevos sabores, y me encontré con mermeladas
de flor de nochebuena y gomitas de pétalos de rosa (puedes leer sobre los dulces de San Miguel aquí); y al final entré a La
Esquina, el museo del juguete popular mexicano.
La Esquina se ha dedicado a recolectar, en sus tres pisos,
amontonados unos sobre otros en una sinfonía de colores y una oda al barroco
mexicano, juguetes artesanales de todos los rincones de México: encontramos
muñecas de diferentes tamaños y materiales, de trapo, de barro, vestidas con trajes típicos de
Michoacán, con los ojos pintados a mano o con los rostros de cerámica
resquebrajados; baleros, yoyos, matatenas; instrumentos musicales en miniatura;
juguetes de cartón, madera, hojalata. En fin, es una galería donde se puede apreciar
el colorido y la diversidad cultural del país a través de sus juguetes,pues
un solo juguete puede tener distintos matices y variaciones: no es lo mismo un trompo de madera que uno de hojalata, o incluso uno de plástico.
Muñecas y pequeños trastos que atiborran una cocina
Títeres, marionetas y muñecos que salen de una caja
También había toda una sección de muñecas de Frida
Muñecas de todo tipo
De trapo y con elefantes
Danzantes y guerreros prehispánicos de cartón
Toda una legión de guerreros aztecas que regresan de la muerte
Ferias que reflejan la alegría de México
Ruedas de la fortuna
Carnavales y circos
Música y fiesta
El espectáculo de la lucha libre
Y no podía faltar el Santo volando por los aires
Sonajas para la música de Oaxaca
No podían faltar las muñecas aterradoras
Me fascinó la expresión de esta muñeca
Y juguetes hermosísimos que mezclan las técnicas tradicionales con el arte contemporáneo
lunes, 12 de enero de 2015
Los dulces de San Miguel de Allende
Después de pasear unos días por Guanajuato durante este
invierno, aunque ya había visitado hace un año la pequeña ciudad de San Miguel
de Allende, hubo dos cosas que me fascinaron en esta visita: los dulces y los
juguetes.
San Miguel de Allende es un pueblo mágico de Guanajuato que
me cautivó cuando lo conocí por primera vez por la cantidad de iglesias que tenía: además de la famosa Parroquia --una
impresionante iglesia neogótica de cantera rosa, característica de San Miguel
de Allende porque sus torres terminadas en agudas puntas adquieren
tonalidades anaranjadas durante el atardecer mientras la contemplas desde el mirador--...
...su centro de calles adoquinadas tiene desperdigadas cientos de pequeñas iglesias que guardan íconos e imágenes de santos: Judas con los brazos extendidos de los que penden pulseras, lazos de color verde, peticiones escritas en trozos de papel largos y delgados, mechones de cabello; el Señor de los Milagros, una efigie de Jesucristo arrastrándose de rodillas que se dice que es milagrosa; milagritos de alpaca que centellean, plateados, a la luz de las veladoras, para que los santos concedan el milagro solicitado: un par de ojos para recuperarse de las cataratas, una mano, un alacrán.
Las torres de La Parroquia vista desde atrás
...su centro de calles adoquinadas tiene desperdigadas cientos de pequeñas iglesias que guardan íconos e imágenes de santos: Judas con los brazos extendidos de los que penden pulseras, lazos de color verde, peticiones escritas en trozos de papel largos y delgados, mechones de cabello; el Señor de los Milagros, una efigie de Jesucristo arrastrándose de rodillas que se dice que es milagrosa; milagritos de alpaca que centellean, plateados, a la luz de las veladoras, para que los santos concedan el milagro solicitado: un par de ojos para recuperarse de las cataratas, una mano, un alacrán.
Además de esto, yo recordaba que había otra cosa que me
había llamado la atención porque nunca antes había visto tal variedad, ingenio y
humor, tanto de nombres como de ingredientes: los dulces típicos de San Miguel
de Allende.
Algunos dulces
Había escuchado y probado los tumbagones, los pétalos de
rosa cristalizados y los pedos de monja, pero este invierno, mientras paseaba
con mi papá y mi hermana por el interminable mercado de artesanías, que
atraviesa cuatro cuadras de las calles del centro, me encontré con un pequeño
local que me llamó la atención porque en la pizarra colgada en una de sus
paredes, anotados con tizas de colores, estaban los nombres de dulces que nunca
había escuchado siquiera nombrar. Y como una de las principales razones por las
que viajo es para probar platillos nuevos, pero, sobre todo, en busca de todos
los postres y dulces del mundo, tuve que
entrar en esa tienda.
“Naranja Dulce” es un negocio familiar de Lorenzo Campos
Alvarado y de su esposa, María Concepción Jiménez, que se encargan de
elaborar/fabricar los dulces típicos de San Miguel de Allende, pero, sobre
todo, de recuperar las recetas heredadas por sus abuelas y de experimentar para
crear nuevos sabores y comenzar toda una nueva tradición de dulces.
Después de recorrer toda su tienda y de probar todos los
dulces que tenían de muestra, no pude evitar mis ganas de entrevistar a
Lorenzo, que fue increíblemente amable conmigo, pues además de regalarme unas
gomitas de mezcal, me contó un poco sobre la historia de algunos de los dulces
típicos de la región.
El tumbagón es, en realidad, un dulce francés que fue traído
por los franciscanos a San Miguel de Allende. Su nombre proviene de la palabra tumbaga, que significa “anillo de compromiso”,
y se servía durante las bodas. La tradición que rodea a este dulce es que debe
comerse entero, pues, de lo contrario, las personas que rompen el dulce cuando lo muerden son infieles a su
pareja. Éste es un dulce que se elabora a base de harina de trigo, licor de
naranja agria, un poco de anís, licor de caña
y huevo, con lo que se obtiene una masa que luego se enrolla, se fríe y
se espolvorea con canela y azúcar glass, lo que le da una apariencia de un blanco
dedo de novia.
Derivado de este dulce, una idea original de Naranja Dulce
es la crema de tumbagón, un delicioso licor elaborado con tumbagones reales,
enteros, que son molidos y mezclados con licor de naranja agria, que también es
elaborado por los reposteros de Naranja Dulce. Las naranjas son recolectadas y
se dejan macerar en licor de caña, donde soltarán su sabor. En este licor se
aprovecha tanto la pulpa como la cáscara, pues el aroma lo da cáscara, mientras
que el sabor lo proporciona la pulpa. Tras esto, se muelen los tumbagones y se incorporan
a la crema.
Los nopales crecen en abundacia en los desiertos que rodean
San Miguel. El xoconostle es la fruta del nopal, que, por su sabor amargo, no
es aprovechada por los campesinos ni por los cocineros en la gastronomía regional.
Pero el objetivo de Naranja Dulce, y una razón más por la que me parece un
excelente proyecto, que debe ser apoyado y difundido, es aprovechar los
recursos que se dan en la zona –en este caso, la tuna--, para activar la
economía local, y dar paso para que el xoconostle se convierta en el dulce icónico
de San Miguel. Lorenzo y María, así como todos los que trabajan en Naranja
Dulce, están involucrados en todo el proceso de creación de éste y los demás
dulces: recolectan, cortan y pelan la tuna para aprovechar su corazón y así
crear cuatro dulces de xoconostle: con chocolate oscuro, chocolate blanco,
chamoy o licor de caña.
La cajeta es, también, un dulce muy codiciado en la zona, pues Celaya, una ciudad cerca de
Querétaro, es famosa por el delicioso dulce de leche que produce. Sin embargo,
Lorenzo y su familia la elaboran artesanalmente:
Se hace toda una ceremonia [alrededor del proceso de elaboración de la cajeta], no puedes sólo poner una olla y
la leche. Hay que curar el cazo, así lo hacía mi abuela. Quemaba azúcar moreno,
canela, y luego colocaba el cazo hacia arriba, y cuando recibía el humazo, que
así le llaman, entonces ponía la leche, después la canela, le agregaba un
poquito de clavo, un poquito de anís, y lo movía lentamente. Todo esto se hace
en un fogón con leña de mezquite.
Se crean cuatro sabores: la
cajeta quemada, que es el último proceso; la cajeta envinada, que lleva un poco
de licor de caña; la cajeta de vainilla y la cajeta natural.
Con ese mismo proceso, pero en uno
más lento, se crea la cajeta de flores, que es una creación nuestra. Se le
agregan pétalos de rosa orgánicos, de rosas cultivadas en casa, se agrega
lavanda y la buganvilia, que es la flor típica de San Miguel.
Además de la crema de tumbagón y de las cajetas florales, que
son reinvenciones de un dulce que ya existía como tal en la cultura y en la
tradición de los dulces mexicanos, comenzaron no sólo a crear dulces nuevos, de
invención propia, sino a generar alrededor de ellos una historia, un discurso
propio, un valor cultural arraigado a la propia historia y cultura de San Miguel
de Allende, más allá de la carencia de identidad de los dulces producidos en
masa, sin alma; crearon un juego:crearon “las suegras”:
La naranja en San Miguel de
Allende tampoco se aprovecha, se tira tras colocarla en los altares en Semana
Santa. Decidimos confitar la cáscara, que es muy suave, muy aromática, tiene un
sabor muy bueno. Se confita con azúcar moreno y piloncillo y después se le
agrega el chocolate amargo. Y queda un chocolate entre amargo y dulce. Porque
las suegras son así: amargamente dulces. O dulcemente amargas.
Y a partir de ese dulce crearon toda la familia:
Las cuñadas: cáscaras de toronja con chocolate blanco. Las
cuñadas son o pretenden ser unas blancas palomas al principio y después
resultan ser más amargas que las suegras.
Los suegros: el carambolo, la fruta estrella, se confita, y se
obtiene una hélice con chocolate amargo, pero que en realidad todo en su
conjunto resulta ser muy dulce. Porque el suegro siempre les da el avión tanto
a las suegras como a las cuñadas.
Los cuñados: limones confitados con chocolate oscuro y
chocolate blanco, porque pretenden ser doble cara y al final son de corazón
amargo.
Las nueras: rodajas de lima con todo y su jugo, confitadas y
cubiertas con chocolate blanco. La lima siempre le baja la presión a todo el mundo, y, por lo general, las nueras siempre
les bajan la presión al suegro y a la suegra.
Pero luego me contó su arma secreta y, en definitiva, uno de
mis dulces favoritos y de los que más me hicieron reír:
En Querétaro hacen un dulce que
se llama “pedos de monja”, que pegó
mucho y atrae a mucha gente. Aquí en San Miguel nos caracterizamos
porque hay muchas monjas y monjes. Hay incluso un puente, el Puente del Monje,
que viene desde Celaya. La idea es que un monje se dio un atracón, así que hizo
las cacas pecaminosas, que son de chocolate con chile; después lo ponen a
dietas blandas y hace las cacas inmaculadas, que son blancas: llevan arándano,
coco y chocolate de alta repostería. Las de monjas no llevan chile, sólo se les agrega pétalos de rosa, porque las
monjas todo lo hacen bien.
No tengo que hacer hincapié en la forma y el color de estos dulces...
Las cacas de monja
Si pasan por San Miguel de Allende, no sólo compren los dulces que encontrarán en cualquier lugar de la República, sino busquen, específicamente, los de Naranja Dulce, pues son creados a partir de los ingredientes y la historia de su lugar de origen. Esto los vuelve más especiales aún, pues no podrán encontrarlos en ningún otro lugar que nos sea en San Miguel.
Estamos tratando de mantener una tradición
que es de antaño, que queremos seguir preservando, pero también queremos darle un
toque más juvenil: tú vas a cualquier
dulcería y encuentras siempre lo mismo. Queremos que la gente vea y explore
nuevos sabores.
jueves, 8 de enero de 2015
Lo que me llevo
Los últimos días antes de emprender el viaje los dediqué a hablar y despedirme de todas las personas que quiero y que han sido importantes para mí en algún momento de mi vida. Antes de irme, todas me dieron algo, aunque en ese momento ellas no fueran conscientes de ello.
Y esto, además de mis alforjas llenas con todas las cosas que puedo cargar en una bicicleta, es lo que me llevo de viaje:
Me llevo una despedida mal dada, la única que quedó trunca. Me llevo la rabia de mi madre y un perdón que di, pero que no me fue dado a cambio. Me llevo un sabor amargo en los labios, ése que dejan los malos augurios cuando se sabe que las ausencias serán prolongadas. Pero me voy con la jarana que me regaló para que pueda ganar un poco de dinero al tocar algunos sones veracruzanos en las banquetas de las ciudades a las que viaje. Me llevo la esperanza de que ella pueda sanar y, sobre todo, el corazón tranquilo porque sé que la quiero.
Me llevo un San Judas alrededor del cuello, santo patrono de los casos perdidos y desesperados, y la tristeza de mi padre: su suspiro de alivio cuando supo que todas sus plegarias habían sido escuchadas y que me encontraba a salvo después de mi primer viaje. Me llevo mi asombro al saber que había rezado cada día por mí. Me llevo una tortuga de trapo que me regaló para que nunca estuviera sola, así como cuando yo era una niña le regalé un perro de peluche para que siempre viajara con él en su equipaje en cada uno de sus viajes.
Me llevo los ojos llorosos de mi abuela que me dijeron que ésa sería nuestra última despedida.
Me llevo la herencia de la familia en las palabras de mi abuelo: “Saliste una Casas, tienes el espíritu aventurero”, y su carcajada bonachona tras decirme que me tenía envidia y que, si pudiera, se subiría a su bicicleta para llegar hasta Argentina con nosotros. Me llevo su bendición y una historia sobre aventuras marítimas: Me confesó que sólo había una cosa de la que se arrepentía en su vida: la de haber rechazado la oportunidad, más o menos cuando tenía la misma edad que yo, de navegar un velero desde el Golfo de México, por toda la costa, hasta atravesar el canal de Panamá y llegar hasta Acapulco; se arrepentía de haber dejado pasar la oportunidad de haber vivido una aventura. Y ahora, sin decirlo, me pedía que no cometiera su mismo error: me deseaba que tuviera una gran aventura. Por eso amo tanto a mi abuelo y por eso es mi persona favorita en el mundo.
Me llevo palabras llenas de luz, que guían, como una brújula, mi camino:
Me llevo el cariño de mi hermana, una confianza y un acercamiento que no habíamos tenido nunca durante toda nuestra vida juntas. Me llevo su felicidad, su libertad, su sinceridad, sus ganas de quererme, de confiar en mí. Me llevo su admiración. Me llevo todo mi amor por ella. Me llevo la fotografía de una vela encendida frente al nicho de San Pedro, para que me proteja mientras viajo. Me llevo su voz triste cuando se despedía de mí.
Me llevo los brazos desnudos para llenarlos de amuletos, de pulseras, de dijes de la buena suerte de cada lugar que visite, de todos los recuerdos que la gente quiera darme. Y para que, tiempo después, yo también se los regale a otro viajero.
Me llevo dos novelas inéditas y en proceso de creación de Amaury y las únicas palabras de aliento que pudo darme, y que significaron más para mí que todo lo que no me dijo: “Eres un águila muy valiente”.
Me llevo cientos de fotos de los lugares que he visitado guardadas en la memoria de mi computadora.
Me llevo más libros de los que caben en mi mochila y que pesan más de lo que puedo cargar. Me voy con El laberinto de la soledad, Bajo el volcán, Amor y magia amorosa entre los aztecas, porque la nostalgia es tan grande que no he cruzado la frontera y ya necesito libros que me hablen de México.
Me llevo dos fotografías del mar y un poema que se escribió el día de mi cumpleaños. Me llevo el recuerdo de una pluma fuente, un sueño premonitorio y una plática en la que nos curamos las heridas. Estoy muy agradecida contigo, Bazán.
Me llevo la carta que siempre quise leer. Me la llevo con los ojos empapados cada vez que la vuelvo a leer. Me llevo el corazón triste porque me hubiera encantado que nuestro adiós hubiera sido diferente. Y me repito tus palabras:
Me llevo una postal de Carla con una paloma que vuela a través de la ventana de mi departamento; me llevo el corazón rebosante de felicidad al saber que mi blog ha servido para inspirar a más personas para viajar o, por lo menos, para comenzar a escribir.
Me llevo una hermosa carta de Eduardo Zurita:
Me llevo la bondad y la generosidad de Pablo Peña, que me acogió en su departamento los dos últimos días que estuve en Cuernavaca y que viví como una forastera en su propia ciudad. Y me llevo, gracias a él, una cuenta de Instagram que antes no sabía usar, jaja.
Me llevo una disculpa que debía desde hace mucho tiempo y la ligereza de ya no cargar con un resentimiento que me corroía por años. Gracias, Samantha :)
Me llevo el silencio de Davo. Me llevo el entendimiento mutuo de que no me diría nada porque los dos sabíamos que yo debía vivir esta experiencia, aunque él no estuviera de acuerdo. Me llevo su silencio, con el corazón ligero y una sonrisa muda, porque sé que ésta es su forma de decirme que me apoya.
Me llevo mis Flores inmudas para que lleguen hasta los rincones más recónditos de Latinoamérica.
Me llevo un abrazo de Diego y las esperanzas de cumplir un viaje que él siempre soñó.
Me llevo a la mejor compañera de viajes y a la guardiana de las personas distraídas y perdidizas como Yoko y como yo: Balli, la ballena, que desde el 5 de enero vive en mi mochila para cuidarla y para que no se me pierda. Balli viajará por muchos lugares antes de regresar contigo a contarte sus aventuras, Yoko, no temas.
Me llevo un cuaderno en blanco donde escribiré todas mis aventuras (algunas que no serán publicadas en este blog, jaja).
Me llevo, en fin, recuerdos de todas las personas que amo. Me siento agradecida de conocer a gente tan maravillosa, y afortunada porque ésas mismas personas me han dado tanto y he aprendido tanto de ellas.
Muchas gracias por todo lo que me han dado. Y aunque es egoísta todavía pedir más cosas aún, pido una más: Piensen en mí. Mándenme toda su energía positiva.
Enciendan una veladora por mí, la necesitaré :)
Y esto, además de mis alforjas llenas con todas las cosas que puedo cargar en una bicicleta, es lo que me llevo de viaje:
Me llevo una despedida mal dada, la única que quedó trunca. Me llevo la rabia de mi madre y un perdón que di, pero que no me fue dado a cambio. Me llevo un sabor amargo en los labios, ése que dejan los malos augurios cuando se sabe que las ausencias serán prolongadas. Pero me voy con la jarana que me regaló para que pueda ganar un poco de dinero al tocar algunos sones veracruzanos en las banquetas de las ciudades a las que viaje. Me llevo la esperanza de que ella pueda sanar y, sobre todo, el corazón tranquilo porque sé que la quiero.
Me llevo un San Judas alrededor del cuello, santo patrono de los casos perdidos y desesperados, y la tristeza de mi padre: su suspiro de alivio cuando supo que todas sus plegarias habían sido escuchadas y que me encontraba a salvo después de mi primer viaje. Me llevo mi asombro al saber que había rezado cada día por mí. Me llevo una tortuga de trapo que me regaló para que nunca estuviera sola, así como cuando yo era una niña le regalé un perro de peluche para que siempre viajara con él en su equipaje en cada uno de sus viajes.
Mi papá cantando Cielito lindo a todo pulmón en una trajinera con mi hermana
Me llevo los ojos llorosos de mi abuela que me dijeron que ésa sería nuestra última despedida.
Me llevo la herencia de la familia en las palabras de mi abuelo: “Saliste una Casas, tienes el espíritu aventurero”, y su carcajada bonachona tras decirme que me tenía envidia y que, si pudiera, se subiría a su bicicleta para llegar hasta Argentina con nosotros. Me llevo su bendición y una historia sobre aventuras marítimas: Me confesó que sólo había una cosa de la que se arrepentía en su vida: la de haber rechazado la oportunidad, más o menos cuando tenía la misma edad que yo, de navegar un velero desde el Golfo de México, por toda la costa, hasta atravesar el canal de Panamá y llegar hasta Acapulco; se arrepentía de haber dejado pasar la oportunidad de haber vivido una aventura. Y ahora, sin decirlo, me pedía que no cometiera su mismo error: me deseaba que tuviera una gran aventura. Por eso amo tanto a mi abuelo y por eso es mi persona favorita en el mundo.
Mi Abi
Me llevo palabras llenas de luz, que guían, como una brújula, mi camino:
Prenderé veladoras para que te ayuden a iluminar tu travesía.
Yoko Ñim
Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos nunca vistos antes.
Andrés Uribe Carvajal
Cuando le salen alas a los seres, también a las letras.
Mónica Puyhol
Me llevo el cariño de mi hermana, una confianza y un acercamiento que no habíamos tenido nunca durante toda nuestra vida juntas. Me llevo su felicidad, su libertad, su sinceridad, sus ganas de quererme, de confiar en mí. Me llevo su admiración. Me llevo todo mi amor por ella. Me llevo la fotografía de una vela encendida frente al nicho de San Pedro, para que me proteja mientras viajo. Me llevo su voz triste cuando se despedía de mí.
El santuario espiritual que le dejé a mi hermana para que encendiera velas por mí
Me llevo los brazos desnudos para llenarlos de amuletos, de pulseras, de dijes de la buena suerte de cada lugar que visite, de todos los recuerdos que la gente quiera darme. Y para que, tiempo después, yo también se los regale a otro viajero.
Me llevo dos novelas inéditas y en proceso de creación de Amaury y las únicas palabras de aliento que pudo darme, y que significaron más para mí que todo lo que no me dijo: “Eres un águila muy valiente”.
Me llevo cientos de fotos de los lugares que he visitado guardadas en la memoria de mi computadora.
Me llevo más libros de los que caben en mi mochila y que pesan más de lo que puedo cargar. Me voy con El laberinto de la soledad, Bajo el volcán, Amor y magia amorosa entre los aztecas, porque la nostalgia es tan grande que no he cruzado la frontera y ya necesito libros que me hablen de México.
Me llevo dos fotografías del mar y un poema que se escribió el día de mi cumpleaños. Me llevo el recuerdo de una pluma fuente, un sueño premonitorio y una plática en la que nos curamos las heridas. Estoy muy agradecida contigo, Bazán.
Me llevo la carta que siempre quise leer. Me la llevo con los ojos empapados cada vez que la vuelvo a leer. Me llevo el corazón triste porque me hubiera encantado que nuestro adiós hubiera sido diferente. Y me repito tus palabras:
Ahora sólo puedo pensar que el no escribirte también es una manera de quererte.
Me llevo una postal de Carla con una paloma que vuela a través de la ventana de mi departamento; me llevo el corazón rebosante de felicidad al saber que mi blog ha servido para inspirar a más personas para viajar o, por lo menos, para comenzar a escribir.
Es inspirador tu blog, y de eso se trata, creo. De tener un texto circulando en la red, que puede ayudar, inspirar, y generar cualquier sentimiento para alguien que lo necesite en ese momento. En fin, gracias.
La postal que me dedicó Carla
(Los invito a buscar su página de Facebook, Alambique, para que busquen las postales de sus viajes)
Me llevo una hermosa carta de Eduardo Zurita:
Un secreto: siempre he pensado que, de haber un "Dios" -como muchos dicen-, este debería ser una especie de pez gigante (o no) y que el mundo y todas sus epopeyas deberían ser una burbuja que pasa a veces frente a su ojo, a la que mira sin ver, sin comprendernos y probablemente sin percibirnos. Quizá, incluso, ese ojo tampoco nosotros lo percibiéramos como ojo, quizá nos pareciera una galaxia o una nebulosa (al fin, los iris en los ojos vistos de cerca también parecen fenómenos estelares). Tus ojos de Dios me recuerdan esa idea. Como tu libro, eventualmente te compraré uno. Y, pues dicen que si ves la línea, la línea te mira, y que cuando ves el mar te nace una escama, ¿no? Entonces a ver qué ve a qué, y qué nace, y qué mar.
Me llevo la bondad y la generosidad de Pablo Peña, que me acogió en su departamento los dos últimos días que estuve en Cuernavaca y que viví como una forastera en su propia ciudad. Y me llevo, gracias a él, una cuenta de Instagram que antes no sabía usar, jaja.
Me llevo una disculpa que debía desde hace mucho tiempo y la ligereza de ya no cargar con un resentimiento que me corroía por años. Gracias, Samantha :)
Me llevo el silencio de Davo. Me llevo el entendimiento mutuo de que no me diría nada porque los dos sabíamos que yo debía vivir esta experiencia, aunque él no estuviera de acuerdo. Me llevo su silencio, con el corazón ligero y una sonrisa muda, porque sé que ésta es su forma de decirme que me apoya.
Me llevo mis Flores inmudas para que lleguen hasta los rincones más recónditos de Latinoamérica.
Me llevo un abrazo de Diego y las esperanzas de cumplir un viaje que él siempre soñó.
Me llevo a la mejor compañera de viajes y a la guardiana de las personas distraídas y perdidizas como Yoko y como yo: Balli, la ballena, que desde el 5 de enero vive en mi mochila para cuidarla y para que no se me pierda. Balli viajará por muchos lugares antes de regresar contigo a contarte sus aventuras, Yoko, no temas.
Me llevo un cuaderno en blanco donde escribiré todas mis aventuras (algunas que no serán publicadas en este blog, jaja).
Me llevo, en fin, recuerdos de todas las personas que amo. Me siento agradecida de conocer a gente tan maravillosa, y afortunada porque ésas mismas personas me han dado tanto y he aprendido tanto de ellas.
Muchas gracias por todo lo que me han dado. Y aunque es egoísta todavía pedir más cosas aún, pido una más: Piensen en mí. Mándenme toda su energía positiva.
Enciendan una veladora por mí, la necesitaré :)
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